Domingo 11 de diciembre – 3º de Adviento
Mateo 11, 2-11
El evangelio del tercer domingo de adviento presenta una pregunta muy interesante: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Nos invita a pensar si Jesús y su mensaje son lo que necesita el mundo, lo que necesita mi vida. Es el tema para reflexionar en el adviento y la Navidad.
Juan había esperado, creído y anunciado un mesías juez severo más que un libertador y sanador. Pero los comentarios que le van llegando, mientras él está preso, no concuerdan con sus expectativas, entonces manda a dos de sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro”.
Cómo todos, Juan también necesita desprenderse de lo antiguo y abrirse a lo nuevo.
Jesús no le contesta directamente, sino que les dice a sus seguidores que vayan y le cuenten lo que ven y lo que oyen. Esa es la misión de los discípulos: ir, salir, moverse para contar a todos lo que están viendo y lo que están oyendo.
Esa es también nuestra misión, lo que deberíamos a hacer sus seguidores de todos los tiempos para instalar del Reino de Dios en la tierra. Los signos del Reino no son actitudes abstractas o solamente intencionales, siempre nos llevan a la liberación del sufrimiento y la humanización de la vida con hechos concretos.
Si algo caracteriza la personalidad de Jesús es su amor apasionado a la vida. Los relatos evangélicos lo presentan luchando contra todo lo que la amenaza o la desvaloriza. Siempre atento a lo que puede hacer crecer a las personas. Siempre sembrando paz, salud, sentido, alegría.
Dichosos los que descubren que ser creyente no es descuidar la vida, sino amarla, no es bloquear o mutilar nuestro ser, sino abrirlo a sus mejores posibilidades. Muchas personas no han experimentado la verdad de estas palabras suyas: «Yo he venido para que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10,10).
Con Juan se termina la antigua ley. La manera de actuar de Jesús lleva siempre a la esperanza, a la liberación y a la curación, nunca a la amenaza, ni al juicio, ni a la condena. Con Jesús llega el Reino del Dios del Amor, nuestra liberación, pero también nuestra responsabilidad: tomar opciones, aceptar desafíos, dejando temores y saliendo de la zona de confort.
Para reflexionar: estoy preparando, cada día, el camino para que Jesús llegue a mi vida, o para acercarme más a Él?, le estoy allanando el camino para que llegue a los demás?...Eliminando obstáculos con gestos, actitudes, palabras como hacía Él? Llevo esperanza y alegría adónde voy?
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