Domingo 13 de noviembre. 33º durante el año
Lucas21, 5-19
Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico. El próximo celebraremos la fiesta de Cristo Rey que cierra el ciclo. El evangelio nos invita a reflexionar sobre el más allá. El lenguaje apocalíptico y escatológico tan común en la época de Jesús, es muy difícil de entender hoy. Sobre todo, sirvió para asustar y someter a la gente, y para fundamentar una imagen del Dios juez que producía miedo, Hoy está claro que nada más lejos del Dios Padre-Madre que nos presenta Jesús. La interpretación de la Palabra hay que situarla en el tiempo y la cultura en que fue escrita, es un lenguaje de una época que tiene otra manera de ver al hombre, a Dios y al mundo. Por lo tanto también tienen otra manera de ver lo último.
Si nos quedamos en la letra, que amenaza catástrofes y calamidades, no vamos a recibir el mensaje, que lejos de ser angustiante es esperanzador.
El texto comienza con una sentencia demoledora: “No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido”: * Los discípulos se sentían orgullosos del templo que había en Jerusalén, se lo mostraban y le hacían notar la belleza de la construcción, el valor de los materiales, la riqueza de las donaciones… de manera que la respuesta de Jesús les cayó cómo un balde de agua fría: “Todo será destruido…no quedará piedra sobre piedra…”
Pero Jesús al hablar de la destrucción del templo quería hacer referencia al final de una época, a terminar con la Antigua Alianza, con el derrumbamiento de una forma de entender la religión de manera legalista, farisea y cultual.
Y ahora mismo, al igual que en ese tiempo, nos invita a revisar las costumbres y actitudes que es necesario dar por terminadas en nuestra vida personal y comunitaria para comenzar otras nuevas.
Jesús nos anima a tener en cuenta que lo esencial no es saber el cuándo y el cómo sucederán estas cosas del final del mundo o el momento de nuestra muerte. Más importante que el miedo ante el futuro es el ánimo para el presente, viviendo el aquí y ahora, cada día con mayor compromiso, valentía, alegría, confianza, entusiasmo y esperanza, trabajando para construir una sociedad más humana, más solidaria, más cristiana para todos.
Nuestro futuro está en nosotros, en el camino que vamos construyendo día a día. Jesús es el ejemplo a seguir. Él camina con nosotros y, a la vez, va delante como meta y horizonte. Y nos previene a estar atentos ante quienes pretenden engañar y asustar. Estamos llamados a dar la razón de nuestra esperanza. Y a seguir caminando en medio de ilusiones, alegría, cansancios y conflictos sabiendo que nuestro destino y el de toda la humanidad está en manos de ese Dios Padre-Madre, que nos prometió la vida plena y no defrauda.
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