Domingo 21
de agosto- 21º durante el año
Lucas 13,
22-30
La salvación es el tema que propone la liturgia para este domingo
con el relato de Lucas. “¿Son pocos los que se salvan? Trabajen por entrar por
la puerta estrecha”.
“¿Qué significa esta «puerta estrecha»? ¿Por qué muchos no logran
entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos?
Eso se creía en tiempos de Jesús y quizás también hoy, algunos sigan creyendo
que el que cumple medianamente con las prácticas religiosas y no hace mal,
tiene privilegios y seguridades.
En realidad, el mensaje de
Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida,
pero para todos, la puerta es «estrecha». No hay privilegiados. El paso a la
vida eterna está abierto para todos, pero es «estrecho» porque es exigente,
requiere esfuerzo, abnegación. La salvación, que Jesús realizó con su muerte y
resurrección, es universal”. (Benedicto XVI, 26 de agosto de 2007)
Qué bien cuando las relaciones con
Dios se basan no en el miedo ni en la imposición ni en la costumbre, sino en la
cercanía y la confianza. Pero la «confianza» tiene sus peligros.
Tendemos a pensar que las cosas malas les pasan siempre a los demás. A nosotros
no nos puede pasar nada malo, porque Dios no protege. (somos los elegidos)
Y esa «confianza» nos puede hacer bajar la guardia, no ser
precavidos, y dejar que la rutina, el descuido o la desgana nos envuelvan y nos
hagan perder lo mejor que tenemos: la vida, el amor...
Esta imprudente confianza estaba haciendo
mucho daño en el pueblo judío. Se creían tan seguros de Dios y de sí mismos que
se permitían «reservarse» a Dios y sus favores solo para ellos, (Dios sólo
salva a su pueblo, que somos nosotros), descartando a otros que «no se lo
merecían». Ellos se preocupaban de sí
mismos, de sus obligaciones religiosas, derechos y bienestar, y a menudo
ignoraban a todos los demás.
El profeta Isaías llega para dinamitar esa confianza y
esa inercia que a menudo se volvía pasividad, y corregir sus esquemas. Proclama
que Dios no es como ellos se han pensado, ni se están relacionando con el resto
de los pueblos al gusto de Dios. Que Dios tiene el proyecto de reunir a gentes
de todas las razas, naciones y lenguas, incluso de otras creencias y consagrar
sacerdotes y profetas de entre ellos. Es decir: que ellos no tienen ni la
exclusiva ni la garantía de nada, y qué si algo sí tenían que hacer como
consecuencia de sus convicciones religiosas sería el trabajar por el bien de
TODOS LOS PUEBLOS, dejar de hacer exclusiones según sus criterios «religiosos»
y «nacionalistas» y tener cuidado, no sea que «se queden fuera» del proyecto y
las promesas de Dios.
Esa crédula «confianza» está detrás de la pregunta que le plantean
a Jesús: «¿Serán pocos los que se salven?». Es una pregunta que hoy casi nadie
se hace. Tan preocupados y ocupados andamos por vivir el presente, por
nuestro bienestar, por la situación económica y política ... que eso de la
«salvación» suena a palabra de otros tiempos.
Por otro lado, muchos están convencidos de la
respuesta: ¿Cuántos se salvarán? ¡Pues todos! Y tienen tanta
"confianza" con Dios, con su bondad y su misericordia, que van
dejando que la rutina, la dejadez y la mediocridad vayan envolviendo su fe y su
estilo de vida, de manera que apenas se distinguen de los no creyentes o de los
pertenecientes a otras religiones.
Aunque tal vez, con otro lenguaje, la preocupación
por la salvación forma parte de la esencia del hombre. Hoy -al menos algunos
que encuentran tiempo para pensar- se preguntan: ¿Cómo hacer que mi vida
merezca la pena? ¿Qué necesito para ser plenamente feliz? ¿Dónde está la puerta
de la felicidad y cómo se entra por ella?
Con respecto al número de los que se salvan Jesús no responde
directamente. Pero sí habla del «cómo»: Y nos dice que el camino de la
salvación, o de la felicidad, o de la vida que merezca la pena tiene que ver
con el esfuerzo, el sacrificio y las dificultades. No nos aclara si serán
pocos, Pero sí nos invita a mirarnos a nosotros mismos y a preguntarnos: ¿Cómo
está de fresca, de viva, de activa nuestra fe, nuestra experiencia de Dios? Es
verdad que el camino de la oración, del estudio de las Escrituras, el camino de
la justicia, del perdón, de la acogida al que no es de los nuestros... tiene
muchas dificultades. Pero justamente esa es la puerta estrecha por la
que tengo que atravesar.
Reflexión basada en el comentario de Quique Martinez de la Lama
Noriega
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