domingo, 21 de agosto de 2022

Perderse...

 

Domingo 21 de agosto- 21º durante el año 

Lucas 13, 22-30 



La salvación es el tema que propone la liturgia para este domingo con el relato de Lucas. “¿Son pocos los que se salvan? Trabajen por entrar por la puerta estrecha”.  

“¿Qué significa esta «puerta estrecha»? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos? Eso se creía en tiempos de Jesús y quizás también hoy, algunos sigan creyendo que el que cumple medianamente con las prácticas religiosas y no hace mal, tiene  privilegios y seguridades. 

 En realidad, el mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos, la puerta es «estrecha». No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es «estrecho» porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación. La salvación, que Jesús realizó con su muerte y resurrección, es universal”. (Benedicto XVI, 26 de agosto de 2007) 

Qué bien cuando las relaciones con Dios se basan no en el miedo ni en la imposición ni en la costumbre, sino en la cercanía y la confianza. Pero la «confianza» tiene sus peligros.
Tendemos a pensar que las cosas malas les pasan siempre a los demás. A nosotros no nos puede pasar nada malo, porque Dios no protege. (somos los elegidos) 

 Y esa «confianza» nos puede hacer bajar la guardia, no ser precavidos, y dejar que la rutina, el descuido o la desgana nos envuelvan y nos hagan perder lo mejor que tenemos: la vida, el amor... 

     Esta imprudente confianza estaba haciendo mucho daño en el pueblo judío. Se creían tan seguros de Dios y de sí mismos que se permitían «reservarse» a Dios y sus favores solo para ellos, (Dios sólo salva a su pueblo, que somos nosotros), descartando a otros que «no se lo merecían».  Ellos se preocupaban de sí mismos, de sus obligaciones religiosas, derechos y bienestar, y a menudo ignoraban a todos los demás. 

El profeta Isaías llega para dinamitar esa confianza y esa inercia que a menudo se volvía pasividad, y corregir sus esquemas. Proclama que Dios no es como ellos se han pensado, ni se están relacionando con el resto de los pueblos al gusto de Dios. Que Dios tiene el proyecto de reunir a gentes de todas las razas, naciones y lenguas, incluso de otras creencias y consagrar sacerdotes y profetas de entre ellos.  Es decir: que ellos no tienen ni la exclusiva ni la garantía de nada, y qué si algo sí tenían que hacer como consecuencia de sus convicciones religiosas sería el trabajar por el bien de TODOS LOS PUEBLOS, dejar de hacer exclusiones según sus criterios «religiosos» y «nacionalistas» y tener cuidado, no sea que «se queden fuera» del proyecto y las promesas de Dios. 

Esa crédula «confianza» está detrás de la pregunta que le plantean a Jesús: «¿Serán pocos los que se salven?». Es una pregunta que hoy casi nadie se hace. Tan preocupados y ocupados andamos por vivir el presente, por nuestro bienestar, por la situación económica y política ... que eso de la «salvación» suena a palabra de otros tiempos. 

Por otro lado, muchos están convencidos de la respuesta: ¿Cuántos se salvarán? ¡Pues todos!  Y tienen tanta "confianza" con Dios, con su bondad y su misericordia, que van dejando que la rutina, la dejadez y la mediocridad vayan envolviendo su fe y su estilo de vida, de manera que apenas se distinguen de los no creyentes o de los pertenecientes a otras religiones. 
        Aunque tal vez, con otro lenguaje, la preocupación por la salvación forma parte de la esencia del hombre. Hoy -al menos algunos que encuentran tiempo para pensar- se preguntan: ¿Cómo hacer que mi vida merezca la pena? ¿Qué necesito para ser plenamente feliz? ¿Dónde está la puerta de la felicidad y cómo se entra por ella?               

Con respecto al número de los que se salvan Jesús no responde directamente. Pero sí habla del «cómo»: Y nos dice que el camino de la salvación, o de la felicidad, o de la vida que merezca la pena tiene que ver con el esfuerzo, el sacrificio y las dificultades. No nos aclara si serán pocos, Pero sí nos invita a mirarnos a nosotros mismos y a preguntarnos: ¿Cómo está de fresca, de viva, de activa nuestra fe, nuestra experiencia de Dios? Es verdad que el camino de la oración, del estudio de las Escrituras, el camino de la justicia, del perdón, de la acogida al que no es de los nuestros... tiene muchas dificultades. Pero justamente esa es la puerta estrecha por la que tengo que atravesar.  

Reflexión basada en el comentario de Quique Martinez de la Lama Noriega 

 

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