Domingo 27 de noviembre. 1º de adviento (Ciclo A)
Mateo 24, 37-44
Los dos momentos más importantes del calendario litúrgico son la Pascua de Resurrección y la Navidad, y cada una de ellas viene precedida de un tiempo de preparación; la cuaresma y el adviento. Pero, aparte de lo que diga la liturgia, una celebración será importante para cada uno en la medida en que esté convencido de lo que celebra y de acuerdo a cómo lo sienta será también cómo lo prepare. En este caso, me importará preparar bien la Navidad si lo que ocurre en ella es importante; y si no, no.
Empezamos el Adviento. El adviento es un tiempo de despertar si nos habíamos dormido, de avivar la fe. La finalidad de este discurso, llamado escatológico, que nos toca reflexionar el domingo, no es describir el futuro asustándonos con amenazas, sino orientarnos hacia el futuro. La curiosidad del cuándo y el cómo no es fundamental. Lo fundamental es cómo vivimos el presente. Esperar, con confianza y alegría, la venida liberadora de Jesús nos compromete a vivir el presente liberándonos y liberando de todo lo que impida vivir con dignidad, con auténtica felicidad. Viene el Señor a iluminarnos el camino y a llenarnos de esperanza.
Celebrar el adviento supone una actitud de atención, vigilancia y espera activa: vivir ni dormidos ni angustiados, ni despreocupados ni con temor. Lo nuestro es vivir con esperanza y contagiando esperanza.
Pero ¿qué ocurre en Navidad?...
Por una parte, celebramos el nacimiento de Jesús, su aniversario, pero Jesús murió hace mucho tiempo y nadie celebra el cumpleaños de los muertos. Si lo seguimos celebrando es porque no está muerto, sino que sigue tan vivo en nosotros que lo consideramos parte de nuestra vida… Y si esto es así, la pregunta inicial que acabamos de plantear nos lleva a otra pregunta mucho más importante: ¿Quién es Jesús para mí?... ¿Qué importancia tiene en mi vida?
En primer lugar, Jesús es importante para mí porque me enseña a vivir con sentido. porque los cristianos no nos limitamos a aceptar sus criterios de vida, sino que, mirándolo desde la fe, creemos en él. Y esto significa que para nosotros Jesús es presencia de Dios salvador en el mundo, y que, al encontrarnos con él, nos estamos encontrando con Dios mismo. «No es que nosotros inventamos a Dios, es que lo buscamos porque nuestra naturaleza lo necesita, y lo encontramos porque Él nos sale al encuentro». Decía un teólogo llamado Ruiz de Galarreta. Y en Jesús hemos descubierto que la vida tiene sentido; que Dios no es el que nos amarga la vida con preceptos y amenazas, sino nuestro aliado contra el mal; que podemos librarnos del temor de Dios, del miedo a la muerte y al castigo por nuestros pecados; que podemos sacudirnos el sometimiento a lo que nos hace mal...
Y desde esta mirada, la Navidad cobra toda su importancia. Estamos celebrando que “Dios está con nosotros”, que ha apostado por nosotros, es decir, que la aventura humana tiene sentido, que nuestra vida es mucho más de lo que ven los ojos, que está pensada por Dios y que nuestro destino no es morir, sino Vivir.
Y esto sí que es importante; esto sí que merece celebrarse por todo lo alto.
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