Domingo, 9 de octubre de 2022, 28º durante el año
Lucas 11-19
En la escena evangélica de hoy, Jesús ha curado «porque sí», sin que se lo hayan pedido siquiera, a diez leprosos. Ellos sólo le reclamaron «compasión». Se hubieran conformado con que los escuchara, los mirara, se compadeciera y sintiera ternura, «empatía» con su desgraciada situación. Su maldita enfermedad provocaba la indiferencia de la gente, y también odio, rechazo, antipatía, exclusión... por lo cual vivían fuera de la ciudad, sin contacto con nadie que no fuera un enfermo como ellos, sin recibir ni una caricia, ni una palabra amable, quizá alguna limosna. Todas las enfermedades eran consideradas un castigo de Dios por los pecados, pero la lepra era el símbolo del pecado mismo.
de aquellos diez leprosos sanados... sólo uno se tomó la molestia de regresar «alabando a Dios» a gritos, echándose a los pies de Jesús y dándole gracias.
Jesús pregunta: «¿dónde están los otros nueve? ¿Sólo uno ha vuelto para dar gloria a Dios?». Y sólo de él afirma que está salvado. Los diez recibieron el regalo de la curación, pero sólo uno fue capaz de descubrir la intervención de Dios. Los otros 9 habrán pensado: «¡qué bien, qué suerte!». Pero sólo uno da gloria a Dios. Y de su alabanza y agradecimiento, de ese corazón sensible y de esos ojos creyentes... le ha llegado la salvación.
En cada Eucaristía, repetimos: "en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar". Y aquí podemos citar unas palabras del Papa Francisco, al comienzo de una misa: «Doy gracias al Señor y los invito a todos a tener un corazón agradecido. Miren qué suerte tenemos por estar aquí juntos, compartir, levantar la mente, el alma, la mirada, volver a soñar juntos, en nombre del Evangelio, en nombre de ese Jesús que vive y reina en todos los corazones que lo escuchan». Y en otro momento reconocía: «A mi edad uno comienza a aceptar que la vida le pase la cuenta, es decir que le vaya señalando las personas que lo ayudaron a vivir, a crecer, a ser cristiano, sacerdote, religioso... Y, al reconocer el bien que me han hecho tantas personas, voy gustando cada día más el gozo de ser agradecido».
No es suficiente un «te doy gracias por todo, Señor», dicho así en general. Es mucho mejor y nos hace mejor, un agradecimiento concreto (con rostros, momentos y lugares), Al menos reconocerlos. Esto nos ayudará también a ser agradecidos con las personas: valorando sus detalles y esfuerzos, aprendiendo de ellos, y multiplicándolos también nosotros. Un corazón agradecido abre las puertas de la salvación. Un corazón agradecido tiende puentes y reafirma las relaciones. Un corazón agradecido nos hace mucho mejores. Y cada uno tenemos tanto que agradecer a Dios Y a muchos otros/as! y es muy bueno expresarlo de alguna manera concreta.
Hay una plegaria eucarística, que a veces se reza en la misa de niños que dice:
«Te alabamos Padre por todas las cosas bellas que has hecho en el mundo y por la alegría que has dado a nuestros corazones. Te alabamos por la luz del sol y por el agua clara, y por tu Palabra que ilumina nuestras vidas. Te damos gracias por esta Tierra tan hermosa que nos has dado, por las mujeres y los hombres que la habitan y por habernos hecho el regalo de la vida. De veras, Señor, tú nos amas, eres bueno y haces maravillas por nosotros».
Es hermoso ser conscientes de haber recibido el regalo de la vida, Porque con la vida hemos recibido también la capacidad de amar y ser amados; y gozar profundamente de las maravillas de la naturaleza y todo lo que Dios creo para que sintamos esa plenitud que nos llena el alma en algunos momentos y nos transporta a otra dimensión a la que llamamos felicidad.
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