lunes, 29 de agosto de 2022

Lo hago por amor a Dios?

 

Domingo 28 de agosto.  22º durante el año

Lucas 14, 1. 7-14

Frecuentemente Jesús era invitado a comer por los fariseos. Es cierto que en más de una oportunidad Jesús reprendía la arrogancia y la hipocresía de muchos miembros de ese grupo religioso, pero esa crítica no caía de ninguna manera sobre todos, porque no eran todos iguales y muchos se sentían atraídos por la personalidad del Señor. Incluso entre ellos estaban los que atacaban y criticaban a los fariseos hipócritas con la misma severidad que lo hacía Jesús.  O sea que había muchos fariseos que se sentían felices de poder tener a Jesús sentado a su mesa en un almuerzo o en una cena.

En esta ocasión, el que lo invita, uno de los principales jefes religiosos, ocupa la cabecera de la mesa y le ofrece a Jesús un puesto a su lado.  Los demás se desesperan por ocupar los lugares más cercanos a ellos, para participar de la charla y sentirse importantes

Jesús observa todo eso y aprovecha la oportunidad para comenzar su enseñanza:  Entonces les cuenta dos parábolas que se refieren a un banquete.

Siempre que Jesús habla de banquete o de fiesta de bodas se refiere a la gran fiesta de la salvación, al recuentro de Dios con su pueblo, al cual todos estamos invitados.

La Parábola de Jesús presenta dos actitudes posibles entre los que acepten esta invitación: En primer lugar están los que se consideran a sí mismos como los más importantes y sin esperar ninguna indicación quieren ocupar los primeros lugares. Eso, dice Jesús, no está bien, no es a nosotros a los que nos toca decidir cuál es el lugar que nos corresponde. Era uno de los principales defectos de los fariseos: creerse mejores que los demás, despreciando a los que no eran cómo ellos.  Jesús recomienda la otra actitud: quedarnos atrás, sabiéndonos iguales, con nuestras virtudes y nuestros defectos y sintiéndonos servidores, sin esperar ningún privilegio.

En el Reino de Dios las cosas suceden de esta manera:  Quien pretenda ser más, quedará avergonzado. Pero aquel que se considere menos, será respetado.

Seguramente aquellos hombres que estaban sentados a la mesa con Jesús habrán comprendido la enseñanza del Maestro. También hoy tenemos que entenderlas nosotros, porque a veces, igual a los fariseos, nos creemos mejores y con ciertos privilegios, por ejemplo porque hace mucho tiempo que pertenecemos a la iglesia, y quizás hay otros recién llegados que según nuestra manera de pensar merecen el último lugar, y no hacemos nada para que se sientan cómodos. También nos imaginamos que nos corresponde el primer puesto junto a Dios y se nos olvida que el que está más cerca de Él es el que es humilde, consciente de sus faltas y  que se hace servidor de los demás .

Después se dirige al dueño de la casa y le dice otra parábola: ¿A quién hay que invitar cuando se hace el banquete?  Y hace otra comparación queriéndonos enseñar que cuando invitemos no lo hagamos pensando sólo en los que nos van a devolver la atención y de alguna manera nos darán nuestra recompensa.

Lo que quiere decir es que no tenemos que hacer el bien pensando en el premio que vamos a recibir o en  que se nos va a dar algo a cambio.  Por el contrario tenemos que aprender a compartir todo lo que tenemos si esperar que luego se nos devuelva o nos paguen intereses.  Si  lo hacemos por interés y no desde el amor,  pierde todo su sentido, no tiene ningún  valor. Esa no es una actitud cristiana.

Con estas dos parábolas Jesús nos enseña  cuáles son las actitudes que debemos tener los cristianos: humildad y desinterés.

Dos ideas para pensar y rezar, relacionadas con las  parábolas del próximo domingo:

·       La primera ¨Señor, ¿dónde me quieres? Estoy en el lugar correcto?...lo que hago es sincero, es lo que tengo que hacer?    o es para aparentar y mostrarme más importante?

·  La segunda es sobre para qué hago las cosas, busco que me retribuyan? O lo hago desinteresadamente, sólo  por el crecimiento del Reino?


 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario