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Domingo 31 de julio, 18 durante el año
Lucas 12, 13-21
La parábola que hoy nos toca reflexionar
describe la situación de un hombre que ha cosechado tanto en sus campos que no
tiene más lugar donde guardar todos sus bienes. Entonces decide demoler sus
graneros y construir otros más grandes. Cree que cuando termine esto podrá
descansar y disfrutar de largos años porque ya tiene riquezas para gozar por el
resto de su vida. Pero este rico que parecía tan prudente y previsor, no pensó
que hay un bien que no puede asegurar, y este bien es la vida. Por eso, cuando
se está sintiendo tan satisfecho y seguro, escucha la voz de Dios que le dice
que esa misma noche va a morir.
El objetivo del hombre es desarrollar su
humanidad. El evangelio nos dice que tener más no nos hace más humanos. Quiere
decir que la posesión de bienes de cualquier tipo, no puede ser el objetivo más
importante de ningún ser humano. La trampa de nuestra sociedad está, es que,
aunque no nos demos cuenta, cuanto mayor posibilidad de satisfacer necesidades
tenemos, van a ir surgiendo nuevas necesidades, con lo cual no hay posibilidad
alguna de marcar un límite. Es muy difícil mantener un equilibrio en esta
cuestión.
También aspirar a los bienes de arriba y
pensar que lo importante es acumular bienes para ganarnos el cielo, es
contrario al verdadero espíritu de Jesús.
No está mal ocuparse de las cosas materiales e
intentar mejorar el nivel de vida. Dios nos ha dotado de inteligencia para que
seamos prudentes, y vayamos progresando en todo sentido. Prever el futuro es
una de las cualidades más útiles del ser humano. Jesús no está criticando la
previsión, ni la lucha por una vida más cómoda. Critica que lo hagamos de una
manera egoísta, alejándonos de nuestra verdadera meta como seres humanos. O
sea, pensando solamente en nosotros e ignorando las necesidades de los demás.
Si todos los seres humanos tuviéramos el mismo nivel de vida, o las mismas
oportunidades, no habría ningún problema, pero no es así. Lo que Jesús nos
quiere enseñar es el buen uso que hay que dar a las riquezas, sean muchas o
sean pocas. El problema es que la sociedad y los medios nos invita a tener cada
vez más. Y es muy fácil caer en la tentación.
Lo malo es poner primero las satisfacciones y
los gustos sobre la búsqueda del crecimiento espiritual. No podemos ser fieles
a un Dios Padre que busca justicia, solidaridad y fraternidad para todos, y al
mismo tiempo vivir pendientes de nuestros bienes.
El dinero puede dar poder, fama, prestigio,
seguridad, bienestar… pero, en la medida en que esclaviza a la persona, le hace
olvidar su condición de hermano y la lleva a romper la solidaridad con los
otros. Dios no puede reinar en la vida de quien está dominado por el dinero.
La austeridad que nos pide el evangelio no es
ninguna renuncia. Es simplemente escoger lo que es mejor para cada uno. No se
trata de la posesión o escasez material de unos bienes. Se trata de estar o no,
sometido a esos bienes, los tenga o no. De manera que no es sólo un peligro
para los que tienen más, es importante tomar conciencia de que también el pobre
puede vivir obsesionado por tener más y arruinar así su existencia.
No es bueno todo lo que nos esclavice y nos
impida avanzar hacia la plenitud, puede ser la riqueza y puede ser la pobreza.
La pobreza material no puede ser querida por Dios. Ni puede ser cristiana la
riqueza que se logra a costa de la miseria de los demás. No se trata solo de
conseguirla de una manera injusta, sino del acaparamiento de bienes que
son imprescindibles para la vida de otros.
El mensaje de Jesús nos propone ser felices
porque ya somos inmensamente ricos: Nos ha dado la vida para que la vivamos,
nos ha dado el mundo para que lo disfrutemos, nos ha dejado todo lo que hay en
el mundo para que todos lo aprovechemos y vivamos felices. Lo que pasa es que
no lo valoramos Esa es la herencia que Dios da a todos sus hijos por igual,
pero pide que se administre con justicia, usando lo que se necesita y cuidando
que a nadie le falte lo necesario.
Nuestra más profunda búsqueda debe ser el
proyecto de Dios y su Reino de paz, justicia y amor, Es lo que verdaderamente
nos va a hacer sentir satisfechos y plenos.
El Reino de Dios...buscarlo y construirlo aquí ya ahora.
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